Historia de Parral, Jaime González Colville, 2015.

 

 

En unos de los oficios que según se vio en el expediente respectivo, el Párroco de la Doctrina de Parral. Padre Bernardo Barriga, envía al Intendente Francisco de la Mata Linares, el 17 de diciembre de 1788, señala que “Por espacio de quince años hace que obtenga el ministerio de Párroco”, Lo cual permite deducir que la Doctrina de Parral existía ya en 1773. Al analizar las complejas diligencias y documentos del expediente de fundación, se advirtió que se tomaba como referencia para fundar la nueva población, los terrenos continuos “a la capilla parroquial”, destacándose la donación de cincuenta cuadras que hacía el Padre Barriga.

 

La Parroquia de Parral, en consecuencia, se levantó al revés de otras fundaciones de villas antes de constituirse oficialmente la nueva ciudad y una vez trazada, debió transformarse el plano, para dejar la Plaza en frente del templo.

 

De esta manera, la humilde capilla, que tuvo como Patrono a San José y que con tanto celo y sacrificio administró el sacerdote Bernardo Barriga fue testigo presencial del nacimiento de Parral y estuvo siempre vigilante de la vida espiritual de sus habitantes, escribiendo en sus registros los nacimiento, sacramentos y muerte de cada parralino.

 

El primitivo edificio, levantado por el Padre Barriga hacia 1776, permaneció en pié, como mudo testigo del tiempo, hasta 1865. En esa fecha se hizo imperiosa la construcción de un nuevo templo. Grande y decisiva gestión tuvo, es esta tarea, al párroco, padre don Juan Francisco Tapia, quien, con el apoyo de creyentes y no creyentes consiguió colocar la primera piedra del nuevo templo el 25 de diciembre de 1869. El periódico “ El Iris”, con sus columnas de luto, reflejó el sincero pesar que aquel deceso causó en Parral: “La iglesia, que está ya enmaderándose, debe a él su erección, dijo el editorial, porque él ha sido quien ha llevado la obra hasta el estado en que hoy se encuentra; gastando para esto el último centavo de sus escasas rentas, hasta vender su casa habitación y quedar sin ninguna prenda, ni nada que dejarle a su pobre y numerosa familia de hermanos y sobrinos. Para los desgraciados de este departamento, la muerte de este cura ejemplar es una catástrofe, porque en estos tiempos de egoísmo, en que el apego al dinero es mal general, que ha invadido hasta los ministros de nuestra santa religión, se encuentran pocos sacerdotes del desprendimiento y caridad de este santo varón”.

Un año y medio después de la muerte del Padre Juan Francisco Tapia, el 26 de octubre de 1873, los afanes de este noble párroco estuvieron a punto de reducirse a cenizas: un amago de incendio en el altar consagrado a la virgen María, abrazó prontamente el velo de esta imagen, encontrándose el templo lleno de fieles. Un gran pavor invadió a los asistentes, por cuanto estaba aun cercano el trágico recuerdo del Incendio de la Iglesia de la Compañía, ocurrido en Santiago, diez años atrás. Afortunadamente, el fuego fue prontamente sofocado.

En 1874, una activa campaña de prensa agito la necesidad de concluir la Parroquia, cuyas vigas y techumbres estaban ya instaladas. Faltaba aun levantar las torres y efectuar la ornamentación y detalles interiores. Gestiones efectuadas por la autoridades ante el gobierno, permitieron que se destinaran dos mil pesos para este fin. Una comisión de vecinos notables fue designada para llevar a cabo esta inversión, la que, lamentablemente, no cumplió a cabalidad su cometido, por lo que la prensa de octubre de 1875, pedía un voto de censura para sus integrantes.

En 1887 ya estaban alzadas las dos torres gemelas que, con pequeñas variantes, se mantuvieron  hasta su destrucción durante el terremoto de 1939. 


El violento terremoto del 24 de enero de 1939 redujo a escombros la Parroquia, sepultando con ellos dos siglos y medio de historia y testimonios. En sus viejas paredes estaban sepultados muchos de los vecinos fundadores de la Villa y sus cimientos arrancaban de la creación de la Doctrina de Parral, con el Padre Bernardo Barriga.

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